
Cabe destacar que el cuerpo del Papa pasó por un necropsia forense que concluyó que la muerte se había producido por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por el doctor de cabecera, Da Ross, sin embargo, el médico rechazó prontamente tal información al aclarar que no le había recetado nada al Papa aquella noche, ni las anteriores, debido principalmente a que éste gozaba de buena salud.
Asimismo, la religiosa que encontró al Santo Padre en su lecho, Sor Vicenza, aseguró que Juan Pablo I, yacía en su cama extrañamente con el rostro calmado y en una posición de reposo, algo que no coincide con la violenta muerte que supuestamente hubiera tenido si tuviera un ataque cardíaco.
Los que apoyan esta teoría conspirativa sostienen que ni bien obtuvo el Papado, Juan Pablo I expresó su férrea voluntad realizar una reorganización general del Instituto para Obras de Religión (IOR) o Banco Vaticano, y la lucha directa en contra de la mafia y la masonería.
Los archivos referentes a la muerte del Santo Padre así como la investigación realizada en torno a ella, están guardados en estos archivos en donde ninguna persona, tan sólo el Papa de turno puede acceder.
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